La carencia en España de una prestigiosa institución similar a las que ya poseían Italia o Francia, países en los que desde hacía tiempo existían academias cuyo objetivo prioritario era la recopilación y la conservación del patrimonio lingüístico, se puso de manifiesto entre los contertulios que solían reunirse en el palacio madrileño del Marqués de Villena y, como es bien sabido, en el verano de 1713 decidieron dar cuerpo a la idea de la constitución de una academia. La institución italiana antecesora de la recién creada Real Academia, la 'Accademia della Crusca', se había fundado en el lejano 1582 en Florencia. A pesar de los intercambios culturales y las recíprocas influencias entre las dos penínsulas, durante el setecientos los destinos de la institución italiana y de la española correrán desparejos, ya que al finalizar el siglo la RAE estará en condiciones de llevar a cabo el propósito bien definido de dictar norma lingüística, mientras que la 'Accademia della Crusca', que había conseguido publicar cuatro ediciones del primer diccionario moderno de la historia, dejará de existir de forma independiente en 1783, aunque con el gobierno napoleónico volverá a ser reconocida. Los académicos españoles tuvieron que formarse y adquirir experiencia en la técnica lexicográfica sobre la marcha, a medida que avanzaban en su tarea, pero existe una gran diferencia con sus predecesores italianos a la hora de sopesar y valorar la tradición, que a principios del siglo XVIII es más amplia. Enumeran en el Prólogo los diccionarios extranjeros que han consultado, y en primer lugar se nombra el de la Crusca. En tierras italianas la disputa principal relacionada con la norma se desarrolla en torno a “lo scriver toscano” impuesto por la Crusca y cuyo modelo era la prosa latinizante de Boccaccio. En esta polémica se tocaba uno de los temas favoritos de la reflexión lingüística de este periodo: el orden natural de las palabras en la frase frente al orden artificial. La retórica racionalista impone la secuencia sujeto-verbo-predicado, que es la que se considera más natural. En la España preilustrada la situación ante la generación de un nuevo gusto literario y cultural es menos polémica, puesto que no existió nunca una 'questione della lingua' ni una institución que defendiera un determinado canon lingüístico. Sin embargo, para afrontar los problemas idiomáticos esenciales del siglo XVIII se potenciará el intervencionismo estatal. Pero es sobre todo a partir de la publicación en 1771 de la 'Gramática de la lengua castellana' de la Real Academia, cuando entra parcialmente en crisis el concepto mismo de normatividad, pues hasta entonces las gramáticas ideadas según el molde latino debían servir para hacer el mejor uso posible de la lengua, aspiraban a constituirse en norma mientras que ahora es la Academia la que la dicta. La RAE comparte con la gramática general del siglo anterior el hecho de que se propone describir los principios a los que obedecen todas las lenguas y dar una explicación profunda de sus usos.

El concepto de norma lingüística en el 'Illuminismo' italiano y en la Ilustración española

RODRIGO MORA, MARIA JOSE'
2004

Abstract

La carencia en España de una prestigiosa institución similar a las que ya poseían Italia o Francia, países en los que desde hacía tiempo existían academias cuyo objetivo prioritario era la recopilación y la conservación del patrimonio lingüístico, se puso de manifiesto entre los contertulios que solían reunirse en el palacio madrileño del Marqués de Villena y, como es bien sabido, en el verano de 1713 decidieron dar cuerpo a la idea de la constitución de una academia. La institución italiana antecesora de la recién creada Real Academia, la 'Accademia della Crusca', se había fundado en el lejano 1582 en Florencia. A pesar de los intercambios culturales y las recíprocas influencias entre las dos penínsulas, durante el setecientos los destinos de la institución italiana y de la española correrán desparejos, ya que al finalizar el siglo la RAE estará en condiciones de llevar a cabo el propósito bien definido de dictar norma lingüística, mientras que la 'Accademia della Crusca', que había conseguido publicar cuatro ediciones del primer diccionario moderno de la historia, dejará de existir de forma independiente en 1783, aunque con el gobierno napoleónico volverá a ser reconocida. Los académicos españoles tuvieron que formarse y adquirir experiencia en la técnica lexicográfica sobre la marcha, a medida que avanzaban en su tarea, pero existe una gran diferencia con sus predecesores italianos a la hora de sopesar y valorar la tradición, que a principios del siglo XVIII es más amplia. Enumeran en el Prólogo los diccionarios extranjeros que han consultado, y en primer lugar se nombra el de la Crusca. En tierras italianas la disputa principal relacionada con la norma se desarrolla en torno a “lo scriver toscano” impuesto por la Crusca y cuyo modelo era la prosa latinizante de Boccaccio. En esta polémica se tocaba uno de los temas favoritos de la reflexión lingüística de este periodo: el orden natural de las palabras en la frase frente al orden artificial. La retórica racionalista impone la secuencia sujeto-verbo-predicado, que es la que se considera más natural. En la España preilustrada la situación ante la generación de un nuevo gusto literario y cultural es menos polémica, puesto que no existió nunca una 'questione della lingua' ni una institución que defendiera un determinado canon lingüístico. Sin embargo, para afrontar los problemas idiomáticos esenciales del siglo XVIII se potenciará el intervencionismo estatal. Pero es sobre todo a partir de la publicación en 1771 de la 'Gramática de la lengua castellana' de la Real Academia, cuando entra parcialmente en crisis el concepto mismo de normatividad, pues hasta entonces las gramáticas ideadas según el molde latino debían servir para hacer el mejor uso posible de la lengua, aspiraban a constituirse en norma mientras que ahora es la Academia la que la dicta. La RAE comparte con la gramática general del siglo anterior el hecho de que se propone describir los principios a los que obedecen todas las lenguas y dar una explicación profunda de sus usos.
2004
La memoria delle lingue. La didattica e lo studio delle lingue della Penisola Iberica in Italia
227
239
M. J. RODRIGO MORA
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