El uso de la palabra ciudadanía se ha extendido en los últimos años hasta abarcar diferentes dimensiones relacionadas con la construcción de derechos. El término aparece en el diccionario de la Real Academia Española con tres acepciones: cualidad y derecho del ciudadano, conjunto de los ciudadanos de un pueblo o nación, comportamiento propio de un buen ciudadano. En portugués la primera acepción es también cualidades del ciudadano y en inglés refiere tanto al estado de tener los derechos, privilegios y deberes de ciudadano y también al comportamiento en término de deberes, obligaciones y funciones del ciudadano. El diccionario de política de Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino editado por primera vez en español en 1981 y en italiano en 1976 omite su entrada. ¿Quiere decir esto que la política no incluye la dimensión de la ciudadanía como parte de cualquier análisis de los derechos y deberes de la población? ¿No está relacionada con las ideas de constitucionalismo, federalismo, feminismo, democracia, derecho, justicia? La observación precedente y los interrogantes no buscan una respuesta retórica, más bien lo que se intenta destacar es que los debates sobre la ciudadanía en los marcos de las diferentes ciencias sociales están situados históricamente y estrechamente relacionados con las lógicas disciplinares e institucionales y, que por eso, es posible trabajar sobre diferentes temporalidades, asincronías y desigualdades en la configuración no sólo del concepto de ciudadanía sino también en el propio proceso histórico en el que se construyeron sus múltiples dimensiones. Reinhart Koselleck habla del “potencial semántico y pragmático” de algunos conceptos y en esta compilación nosotras queremos dar cuenta que ese potencial para el concepto de “ciudadanía”. Su construcción es compleja, heterogénea y de ningún modo progresiva ni en América Latina ni en otras geografías. Asimismo, aunque el término ciudadanía puede rastrearse hasta en la antigüedad clásica lo cierto es que fue en el siglo XX cuando se conceptualiza sistemáticamente. Además fue alrededor del texto de T. H. Marshall publicado en 1950 que el término ciudadanía se asoció con derechos y temporalidades. El argumento es ampliamente conocido: los derechos civiles se obtuvieron en el siglo XVIII, los derechos políticos en el XIX y los sociales y económicos en el XX y ellos son igualitarios y universalistas. Sin embargo las formas de la ciudadanía no siguen un camino unívoco. No hay una sola ruta y las cuestiones en debate se van modificando a lo largo del tiempo, por eso puede pensarse en el rasgo de “inacabadas” sugerido en el título de uno de los capítulos que también deja abierto el camino a nuevas u otras interpretaciones. En muchos países latinoamericanos el tema de la ciudadanía entró en la agenda de investigación en la década de 1980 en los marcos de una sistemática revisión de las nociones de representación y legitimidad democrática. Muchas veces la datación es precisa. María Emília Prado (2005:18-19) afirma que desde la promulgación de la Constitución en 1988 en Brasil, uno de los países más grandes de la región, el debate intelectual y político se ha ido concentrando cada vez más en el ejercicio de los derechos civiles y políticos, ya que de algún modo se había resuelto el del derecho a la participación política mediante el voto universal. Los contenidos y los rasgos de las formas de ciudadanía que pueden considerarse “históricas” fueron colocados bajo la lupa crítica y reformulados y revisitados desde perspectivas históricas como filosóficas y sociológicas. Lo que estaba en cuestión eran los dilemas de las rutas del liberalismo, del republicanismo y del comunitarismo en la configuración del concepto de ciudadanía a la luz de los cambios políticos y sociales del último cuarto del siglo XX.
Venturoli S., Mirta Lobato (2014). Formas de Ciudadania en America Latina. FRANKFURT : Editorial Iberoamericana-Vervuert.
Formas de Ciudadania en America Latina
VENTUROLI, SOFIA;
2014
Abstract
El uso de la palabra ciudadanía se ha extendido en los últimos años hasta abarcar diferentes dimensiones relacionadas con la construcción de derechos. El término aparece en el diccionario de la Real Academia Española con tres acepciones: cualidad y derecho del ciudadano, conjunto de los ciudadanos de un pueblo o nación, comportamiento propio de un buen ciudadano. En portugués la primera acepción es también cualidades del ciudadano y en inglés refiere tanto al estado de tener los derechos, privilegios y deberes de ciudadano y también al comportamiento en término de deberes, obligaciones y funciones del ciudadano. El diccionario de política de Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino editado por primera vez en español en 1981 y en italiano en 1976 omite su entrada. ¿Quiere decir esto que la política no incluye la dimensión de la ciudadanía como parte de cualquier análisis de los derechos y deberes de la población? ¿No está relacionada con las ideas de constitucionalismo, federalismo, feminismo, democracia, derecho, justicia? La observación precedente y los interrogantes no buscan una respuesta retórica, más bien lo que se intenta destacar es que los debates sobre la ciudadanía en los marcos de las diferentes ciencias sociales están situados históricamente y estrechamente relacionados con las lógicas disciplinares e institucionales y, que por eso, es posible trabajar sobre diferentes temporalidades, asincronías y desigualdades en la configuración no sólo del concepto de ciudadanía sino también en el propio proceso histórico en el que se construyeron sus múltiples dimensiones. Reinhart Koselleck habla del “potencial semántico y pragmático” de algunos conceptos y en esta compilación nosotras queremos dar cuenta que ese potencial para el concepto de “ciudadanía”. Su construcción es compleja, heterogénea y de ningún modo progresiva ni en América Latina ni en otras geografías. Asimismo, aunque el término ciudadanía puede rastrearse hasta en la antigüedad clásica lo cierto es que fue en el siglo XX cuando se conceptualiza sistemáticamente. Además fue alrededor del texto de T. H. Marshall publicado en 1950 que el término ciudadanía se asoció con derechos y temporalidades. El argumento es ampliamente conocido: los derechos civiles se obtuvieron en el siglo XVIII, los derechos políticos en el XIX y los sociales y económicos en el XX y ellos son igualitarios y universalistas. Sin embargo las formas de la ciudadanía no siguen un camino unívoco. No hay una sola ruta y las cuestiones en debate se van modificando a lo largo del tiempo, por eso puede pensarse en el rasgo de “inacabadas” sugerido en el título de uno de los capítulos que también deja abierto el camino a nuevas u otras interpretaciones. En muchos países latinoamericanos el tema de la ciudadanía entró en la agenda de investigación en la década de 1980 en los marcos de una sistemática revisión de las nociones de representación y legitimidad democrática. Muchas veces la datación es precisa. María Emília Prado (2005:18-19) afirma que desde la promulgación de la Constitución en 1988 en Brasil, uno de los países más grandes de la región, el debate intelectual y político se ha ido concentrando cada vez más en el ejercicio de los derechos civiles y políticos, ya que de algún modo se había resuelto el del derecho a la participación política mediante el voto universal. Los contenidos y los rasgos de las formas de ciudadanía que pueden considerarse “históricas” fueron colocados bajo la lupa crítica y reformulados y revisitados desde perspectivas históricas como filosóficas y sociológicas. Lo que estaba en cuestión eran los dilemas de las rutas del liberalismo, del republicanismo y del comunitarismo en la configuración del concepto de ciudadanía a la luz de los cambios políticos y sociales del último cuarto del siglo XX.I documenti in IRIS sono protetti da copyright e tutti i diritti sono riservati, salvo diversa indicazione.