Elda y Silverio: historias comunes y singulares

Elda Rojis y Silverio Argañaraz (Ɨ) son una pareja de indígenas wichís que vive en el pueblo de Misión Nueva Pompeya, en el Chaco argentino. Podría decir que son gente común, pero en realidad no lo son tanto. Si tuviera que describirlos con tan sólo dos adjetivos, diría que son singulares y conformes. Como casi todas las vidas, supongo, cuando se miran con microscopio. Elda y Silverio no ocupan puestos de prestigio en la comunidad. No tienen poderes especiales (quiero decir que no curan ni sanan), no presiden ninguna iglesia (no son pastores), no tienen compromisos de representación política (no son caciques ni dirigentes de la Asociación Comunitaria), ni desempeñan roles sociales de relieve (como, por ejemplo, Argentina Polo, partera tradicional del pueblo cuyas habilidades profesionales la hicieron protagonista en muchas ocasiones; o Francisco Matorras, enfermero durante toda su vida, que trabajó en las décadas de 1980 y 1990 con la congregación de misioneros maristas1 para la restitución de la tierra, y por ello se le confiaron cargos de responsabilidad durante cierto tiempo); por fin, tampoco podría decirse que Silverio y Eda se encuentren entre esos pensadores, escritores, intelectuales o “filósofos” indígenas, tal como los definió famosamente Paul Radin [1927]2. Elda y Silverio son gente ordinaria, como tantos otros: trabajaron en su tiempo en las plantaciones de algodón, conocieron de cerca el universo criollo, se relacionaron con el mundo blanco de la inmigración de colonos y misioneros, dieron un paso adelante cuando advirtieron que tenían capacidad de organización y un buen potencial para lograrla. Por diversas razones, su trayectoria biográfica los llevó a ocupar cargos que los acercaron al mundo criollo o blanco —una trayectoria, por cierto, común a la de muchos otros wichís—.