Historias ordinarias y extraordinarias

No es imposible que el lector haya advertido una paradoja que, al menos en nuestro caso, provoca una cierta perplejidad. En plena apoteosis de los programas que hacen del pluralismo, del multiculturalismo, de las constituciones plurinacionales y del respeto a las minorías auténticos valores sagrados, indiscutibles; en medio de un sinfín de recetarios programáticos que nos instan a tomar en serio lo que piensa el otro; en un momento, en suma, en el que los individuos y los grupos marginales, invisibilizados o minoritarios parecieran tener más posibilidades que nunca de manifestar sus voces, éstas suelen presentarse no obstante como si acabaran de pasar por algún filtro o tamiz: edulcoradas, diluidas, destiladas —y hasta podríamos decir domesticadas— por los nuevos consensos, que por momentos se revelan tan dogmáticos y agobiantes como los viejos prejuicios que presuntamente venían a combatir.